En muy poco tiempo PAPAYA ha pasado de ser una brillante promesa, a uno de los grupos emergentes del año, con un single de vinilo de debut y su inesperada actuación en el Festival de Benicassim. Por esto y porque con una docena de conciertos ya están en boca de todo el mundo, estamos sin lugar a dudas ante uno de los álbumes que más expectación han levantado en lo que va de 2015 en el panorama independiente nacional.
Lo que seguramente nadie pueda imaginar al escuchar por primera vez “No me quiero enamorar”, como se títula el estreno de largo del grupo liderado por Yanara Espinoza, es que sea el primer álbum de una artista novel. El disco que ahora os presentamos no sólo tiene el desparpajo y la osadía que se espera de un grupo nuevo con ganas de romper moldes, es además una deslumbrante demostración de las posibilidades compositivas de su autora y de la camaleónica personalidad de Yanara. Su estilo, además de tener como claros referentes el pop de los 80’, en especial el latinoamericano, la new wave, la música beat de los 60’, los ritmos exóticos y los arreglos orquestales de guateque, destaca fundamentalmente por ser elegante y sensual, jugando constantemente a la seducción y en el que cada canción es un encuentro, en un bar, en una cena, en una fiesta, en la calle, un cruce de miradas, un guiño, una sonrisa de soslayo. “No me quiero enamorar” es un trabajo en el que no hay ataduras de ningún tipo, ni en el objeto del deseo en las letras, con la ambigüedad siempre presente, ni en la música.
PAPAYA es el proyecto con el que esta canaria de ascendencia chilena (también en Violeta Vil) ha querido dar rienda suelta al desbordante caudal compositivo que atesora. Un repertorio variado y arriesgado, que a través de su voz oscura y andrógina y su personalísima (inconfundible) puesta en escena, suena y luce de una forma especial, capaz de atrapar y cautivar al más descreído de los mortales. Yanara formó PAPAYA junto a Miguel Aguas (compañero de aventuras en Violeta Vil y miembro de Jonston), con el que siempre ha conectado a la perfección y comparte ese espíritu punkindie que la caracteriza, rodeándose de contrastados músicos y espíritus afines de la escena indie, como Soledad de Le Parody y Sebastián Litmanovich de Cineplexx, con quienes grabó las tres canciones que forman parte de “El rey de las camas” y gran parte de las incluidas en este “No me quiero enamorar”. Un disco mezclado y producido en la primavera de 2015 por el propio Sebastián Litmanovich, que ha querido involucrarse en el proyecto como si fuera suyo, no sólo en directo, sino también en el estudio de grabación, adaptando su manera de entender la música al estilo de PAPAYA, aportando a las canciones un gusto y una brillantez exquisitas que se hacen muy evidentes en los arreglos orquestales y en la elegancia y sensualidad de los toques más funk y de ritmos latinos a los que nos tiene acostumbrados en Cineplexx. Como resultado de esta sucesión de acontecimientos, el grupo fue tomando cuerpo hasta convertirse en el trío que hoy forman en directo PAPAYA, compuesto por Yanara (voz y guitarra), Miguel (bajo) y Sebastián (teclados y guitarra).
El disco se abre con “Cosas fascinantes y sencillas”, toda una declaración de principios y la canción que esconde el título del disco y que le sirve de presentación, no en vano será su primer single digital. Un auténtico bombazo, pleno de energía, una mezcla entre un guateque en los 60s y un western filmado en Almería que hacen de este corte uno de los más evocadores del disco, no será el único, con ecos a Los Brincos, Los Salvajes y Ennio Morricone. Le siguen “Joyas en las trompas” y “El rey de las camas”, las dos canciones que han dado a conocer a PAPAYA, remezcladas y remasterizadas para la ocasión, incluidas en el single de vinilo 7” publicado en febrero por Discos Walden, ya completamente agotado. “Joyas en las trompas”, con claras influencias de la new wave de finales de los 70s y un toque funk, que junto a una letra surrealista marca de la casa la convierte en una pieza ya emblemática en el repertorio de PAPAYA. Igual que ocurre con “El rey de las camas”, la canción que les llevó a actuar en el pasado Festival de Benicàssim, mezcla de humor e irreverencia en la letra, que en lo musical nuevamente vuelve a combinar el beat español de lo 60’, la rumba y la new wave.
Después del frenesí inicial aparentemente llega la calma. “Caballo de sal” es una canción de amor, sexo y lujuria, pero también la composición más éxotica del disco, por su sonido cadencioso que junta el western, las melodías orientales y el sonido del sitar, con ritmos latinos y la electrónica mas onírica de Raymond Scott, meciéndote durante todo su recorrido. En esta línea más sosegada nos adentramos en “El alimento del alma”, el justo contrapunto, oscuro y por momentos obsesivo de un álbum que a estas alturas ya se nos muestra como un disco variado y lleno de sorpresas. Como la que nos depara “Obsesiones”, un título que se antoja muy adecuado para continuar a su predecesora, pero que rompe estilísticamente con ella desde el silbido inicial… Un tema pegadizo, vibrante y 100% pop, en el que los gritos, violines y el silbido del estribillo en ningún momento dejan que te relajes y que nos trae a la memoria a grupos de épocas y latitudes muy dispares, pero con un parecido espíritu efervecente, como Talking Heads, Los Twist (banda argentina de los 80s), nuestras Las Chinas, los japoneses The Plastics o B'52. Parece algo hecho adrede, porque a continuación llega “El secreto”, como no podía ser de otro modo, la canción más misteriosa y dramática del disco, como un relato de Poe rodeado de bruma, con una ambientación perfecta llena de arreglos orquestales ¿Será verdad que Yanara quiere llevarse este secreto a la tumba?...
Entramos en la parte final de “No me quiero enamorar” con cuatro cortes que inciden en la línea imprevisible del disco. En “Ahumar” continúan las reminiscencias de los 80s, con ritmos, percusiones, guitarras, scratching y arreglos orquestales que nos remiten a Prince y a Berlanga. El comienzo de “Minutos”, con una base rítmica y guitarras que nos recuerdan a Felt y de nuevo al beat disco, transmiten un efecto relajante y ambiental que la distingue del resto de composiciones del álbum. “Mira su fuego”, además de ser el tema más sixtee del disco, tiene como novedad el dueto de Yanara con Elsa de Alfonso como partenaire, al ritmo de unos Beach Boys con resaca. Con “Carne de carroña” PAPAYA vuelve a confrmar su visión caleidoscópica de la música pop. Una composición sorprendente que introduce los ritmos rapeados y los combina a la perfección con la electrónica 80s y las percusiones latinas. El álbum se cierra con “No se dormirán”, un tema en el que la melodía de nana contrasta con la masa sonica de guitarras de influencia shoegazer y flangers mas propios de la psicodelia de los 70s.
Un disco excepcional y transgresor que, en cualquier caso, estamos seguros no dejará indiferente a nadie y que seguro será el comienzo de una larga y fructífera carrera de PAPAYA.
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